
-Hace demasiado tiempo que ando meditando acerca de la pertinencia de un simposium en el que, todos reunidos, podamos disfrutar de la compañía de los viejos amigos y del buen vino que esta tierra ofrece. ¿No crees, oh amigo Glaucón, que todos los amigos estarían de acuerdo en ello y que acudirían al evento sin pensárselo dos veces?
-No podría ser de otra manera, Sócrates.
-Y si alguno tuviera que andar largo camino, ya fuera desde Atenas al Pireo o al contrario, ¿no crees que pensaría que tal ocasión merece la pena y que todos los peligros del camino son un precio bajo que pagar si a cambio puede disfrutar de la jovial sonrisa de sus amigos?
-Así lo creo.
-¡Eah pues! No esperes más querido Glaucón y proponlo a todos los que juntos pasamos los alegres años de junventud. No se te olvide decirles que el hecho de que entre amigos no haya obligaciones no es argumento en favor de la ausencia; más bien al contrario, esa libertad obliga más que cualquiera de los deberes cotidianos. Que tampoco les desaliente la ausencia del efebo Fernando, pues si no en cuerpo, sí en alma, a buen seguro estará con nosotros.